Descubrió en un instante
que todo el esfuerzo había merecido la
pena.
Percibió en un instante
todo el calor que el ser humano puede dar.
Por un momento, casi
inapreciable, sintió que el destino a veces
escribe renglones que no
son torcidos.
Y por un pequeño instante
sintió, que a veces, todo se encuadra
para funcionar.
Aquella carta en forma de
mail parpadeó unos segundos en su buzón
virtual.
De tantas y tantos, de
muchos y pocos, fue “Día uno, año cero”.
Alguien, quizá no por
primera vez, pero sí en esta precisa ocasión, le
dijo que algo nacido de su
alma había ayudado.
Alguien desde aquel remoto
lugar de ninguna parte. Alguien desde
aquel oscuro rincón vio la
luz.
Alguien sintió que el
vacío se llenaba de su red.
Sonrió pícaramente. Sonrió
en un segundo de felicidad.
Entonces, con un gesto
lento y firme a la vez, el poeta volvió a mecer
entre sus dedos, con la
ilusión de un niño pequeño, su viejo lápiz de
madera…
Bien por ese poeta...
ResponderEliminarBien por esa lectora!!!
EliminarEso es... cada día una razón, pero siempre, siempre merecerá la pena, por tí y por quien recibe lo que cuentas. Ánimo. Un abrazo.
ResponderEliminarEsta razón llegó en el momento más oportuno... Un abrazo a ti también, querida Ana.
EliminarPoeta.. nunca dejes de escribir
ResponderEliminarNieves