El poeta sintió como le
temblaban las manos.
En aquella estancia, por
primera vez, sus versos se llenaron de vacío.
De vacío de estancias
repletas de gente
de vacío de noches
plagadas de estrellas
de vacío de notas que caen
del compás
De vacío de teclas que al
pulsar no escriben
de vacío de libros que no
se leerán
de vacío de gritos de
oportunidades
El rechazo, una vez más,
provocó en el poeta sensación de derrota.
La negativa, una vez más,
dejó sin aliento su fondo de armario.
De un mundo cerrado si a
nadie conoces
de un mundo viciado por
pura codicia
de un mundo de letras
anclado en no ser
Y el poeta descansó su
lápiz, suave, sobre la mesa.
Y el poeta se preguntó, en
silencio, si lo volvería a coger…