Hoy habría sido un día como
cualquiera.
El mismo despertador, la
misma almohada.
El mismo café, la misma
tostada.
El agua de la ducha
reiterando su caída sobre los hombros.
Mismo camino. Mismo
trayecto. Mismo destino.
Hoy habría sido un día de
tantos.
Mismo paisaje de ciudad
febril, alocada.
Mismos papeles, mismas
facturas, mismos chistes de
oficina.
Mismas caras, mismos
momentos, misma rutina.
Hoy habría sido la continuación
del 7 y preludio del 9.
Mismo febrero…
Leer mil novelas donde romper con todo es la salida.
Leer mil novelas donde romper con todo es la salida.
Donde el cambio de ciudad,
de país o continente ofrecen
una nueva vida.
Donde empezar de cero es
el punto de partida…
Pero hoy, cayó en la cuenta.
Pero hoy, cayó en la cuenta.
Hizo un viaje más costoso,
más arduo, más duro.
A la vez más sencillo, más
barato, más profundo.
Viajó al interior de uno.
Parte de lo que vio le
gustó.
Otra no tanto.
Y otra, por fin, quiso
verla.
Hoy no es un día como los demás…
Hoy no es un día como los demás…
Sin huidas.
Sin irse para quedarse
otros.
En su terreno. En su casa.
En su gente.
Hoy no es un día cualquiera.
Hoy no es un día cualquiera.
El despertador no sonó igual.
La almohada arropó sus
mejillas.
El café despidió un aroma
intenso, de vida.
La ducha reconfortó cada
músculo del cuerpo.
Hoy no es un día de
tantos.
La ciudad hoy va más
lenta.
La gente, hoy, tiene
rostro. Y en sus rostros hay miradas.
Hoy no es ocho de febrero.
Hoy es uno, año cero.
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