lunes, 16 de abril de 2012

Día uno, año cero


Hoy habría sido un día como cualquiera.
El mismo despertador, la misma almohada.
El mismo café, la misma tostada.
El agua de la ducha reiterando su caída sobre los hombros.
Mismo camino. Mismo trayecto. Mismo destino.
Hoy habría sido un día de tantos.
Mismo paisaje de ciudad febril, alocada.
Mismos papeles, mismas facturas, mismos chistes de
oficina.
Mismas caras, mismos momentos, misma rutina.
Hoy habría sido la continuación del 7 y preludio del 9.
Mismo febrero…

Leer mil novelas donde romper con todo es la salida.
Donde el cambio de ciudad, de país o continente ofrecen
una nueva vida.
Donde empezar de cero es el punto de partida…

Pero hoy, cayó en la cuenta.
Hizo un viaje más costoso, más arduo, más duro.
A la vez más sencillo, más barato, más profundo.
Viajó al interior de uno.
Parte de lo que vio le gustó.

Otra no tanto.
Y otra, por fin, quiso verla.

Hoy no es un día como los demás…
Sin huidas.
Sin irse para quedarse otros.
En su terreno. En su casa. En su gente.

Hoy no es un día cualquiera.
El despertador no sonó igual. La almohada arropó sus
mejillas.
El café despidió un aroma intenso, de vida.
La ducha reconfortó cada músculo del cuerpo.
Hoy no es un día de tantos.
La ciudad hoy va más lenta.
La gente, hoy, tiene rostro. Y en sus rostros hay miradas.
Hoy no es ocho de febrero.
Hoy es uno, año cero.

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