domingo, 29 de abril de 2012

Sic

Su última hoja pende de un hilo. Sólo el reflejo opaco de la muerte indica su presencia.
Su mirada se ha perdido, quizá para siempre.
Hoy el telón va cayendo. Los actores que representaban con desgarro un drama Shakesperiano ya no interpretan más que su propia vida.
Su corazón late tenue, suplicante, con ecos de muerte.
La experiencia vivida de su turbada juventud se agolpa en su mente.
Se siente sola, pues no hay alma más sola que la que sólo tiene recuerdos.
Hoy la luz no brilla.
Quizá sea demasiado tarde.
La sonrisa que recorre todo su cuerpo activa sus venas.
Es su fuente vital.
Su fuerza emana sin quererlo.
Palabras de amor resuenan como eco de ayer, de hoy y quizá de mañana.
Sensaciones, sentimientos... todo fluye, todo es imperfectamente perfecto.
Alza su vista al frente y desea algo indescriptible.
Algo que no conoce para alguien que puede no ser cierto.
Que no sabe si existe.
Pero la siente muy dentro, tiene que ser real.
Sin embargo casi no tiene vida. Casi no siente latidos.
Podría decir que está muerta...
El camino no será fácil.
Ni siquiera sabe si la dirección es correcta, si el destino le deparará un mañana o si buscará un ayer.
Pero no importa.
Por alguna razón que ni él mismo comprende tiene que continuar.
Siente que su fuerza es infinita.
Pero, ¿será suficiente para renacer a un ser finito?.
Ahora ya no aprieta el calor.
Su piel está fría y sus cabellos mustios.
Tampoco los mece ya el viento.
Quizá no respira.
Solo la leve brisa anima la escena y da movimiento a algo inanimado.
Hoy su cielo ya no es techo ni morada.
Es tan solo un nicho frío, cubierto de noche y desesperanza.
De deseos rasgados por el cuchillo del Alba.
Ayer es solo un recuerdo vano. Hoy ni siquiera es recuerdo.

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