Aquel día del cielo cayó
una estrella…
Le pusieron de nombre
Fran.
Y con ella, desde
entonces, dos ángeles custodios, Sofi y Agustina.
Aquella estrella tenía un
brillo especial.
Todos, en casa, supieron
enseguida que ese brillo intenso marcaría su camino.
Mamá Laura, papá Ramón, la
abuela Susana, tía Emilia, el tío Toti, los primos Felipe y Martín… supieron que esa estrella
devolvería siempre todo el amor y cariño multiplicado por mil.
Y esa estrella formó,
junto a otras estrellas fuertes y brillantes las constelación de APANATE.
Una de las constelaciones
más brillantes y resplandecientes de todo el firmamento…
Para todas estas estrellas
que brillan también de día…
Porque su mirada tiene un
brillo especial.
Porque su mundo solo es
diferente
si los ojos del que mira
quieren verlo diferente…
Porque su tiempo es
intenso, profundo y verdadero.
Porque sus gestos
encierran mil historias.
Porque su sonrisa llena…
Porque sus progresos son
la más grande de las victorias.
Porque tienen tanta fuerza
que algunos no la comprenden.
Porque nos vuelven tan
fuertes que ni ellos lo imaginan…
Para aquellos que conviven
con la fuerza de su luz
para aquellos que están
ahí custodiando sus mañanas
para aquellos que se
empeñan en que el mundo sí es su mundo
Para todos los que saben
que hay fuerzas para seguir…
Por guiar su camino por
las sendas de la vida…
Y así fue como la estrella
Fran inundo los corazones de todos los que le rodean, de todos los que han
descubierto que su cariño podía crecer hasta amar sin ataduras, plenamente, sin
esperar nada a cambio…
Aquellos que descubren que
el vuelo de una mariposa encierra sensaciones inmensas.
Aquellos que descubren que
el viento sobre la cara puede tener mil matices.
Aquellos que en su
silencio tienen un inmenso yo…
Constelación de estrellas
que prende de fuego la noche.
De fuego callado. De
intenso silencio.
Porque la diferencia
siempre está
en los ojos del que mira…
Millones de besos y
abrazos brillantes, querido Fran.
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